Juan de Dios García Aguilera

Juan de Dios García Aguilera
23 de noviembre de 2016

EL PROFESOR CONTEMPORÁNEO

Conocí a Juan de Dios tocando los teclados para distintas formaciones de rock, allá por los años ochenta. Nacido en Madrid, profesor de Armonía desde 1989 y de Composición desde 2000 en el CSM «Rafael Orozco», es el director de este centro en el que cursan Estudios Superiores de Música –en diecinueve especialidades distintas– más de cuatrocientos jóvenes cada año.
También es el director del Festival de Música Contemporánea de Córdoba, que este año celebra su XVIII edición.

La especialidad de Composición necesita de cuatro años en los que, además de aprender la propia técnica de la composición, no hace falta estudiar acupuntura pero sí cosas como «acústica y organología, instrumentación y orquestación, armonía, contrapunto, técnicas de dirección de orquesta, composición electroacústica y composición para medios audiovisuales: habilidades todas ellas necesarias para convertirse en compositor».

¿De todo tipo de música? De todo tipo de música no, evidentemente. Para escribir buenas canciones probablemente bastaría con tener talento, conocer la armonía y saber diseñar un acompañamiento al piano. Para componer una canción pop o un tema de rock ni siquiera haría falta leer o escribir música ni tener la más mínima idea de teoría musical, porque ambas son músicas sencillas de tradición oral. Pero para llegar a componer obras de cámara, para grupos instrumentales clásicos y contemporáneos, para orquesta sinfónica, banda, coro, etc. es necesario no solo talento, sino la adquisición una técnica muy sofisticada que solo unos estudios superiores de música te pueden proporcionar.

Y para ser algo más que un buen artesano dotado de un excelente oficio y llegar un poco más allá, no solo es necesario todo lo anterior, sino que has de conocer ampliamente la historia de la música y del arte, para no repetir clichés antiguos, y la filosofía del arte y la estética, que permitirán imprimir un determinado enfoque de pensamiento a tu producción artística, porque la música no solo es sonido, es también ideología

Maestro, ¿por qué decidió dedicarse a la música? ¿qué necesidad había? Bueno, eso puede ser sencillo o complicado, porque no provengo de familia de músicos pero siempre manifesté una inclinación hacia la música muy marcada.

Todos los músicos hemos tenido una primera vocación común: la de tocar un instrumento y cantar. Luego, poco a poco, el tiempo te va poniendo en algún sitio, y a mí me puso en el camino de la composición. También suelo decir que decidí dedicarme a la composición musical por envidia, por «sana envidia», claro, la que me producía todo aquello que oía y me emocionaba. Porque yo quería disfrutar haciendo eso mismo, llegar a emocionar así, componer obras al menos tan hermosas como esas, incluso que todas esas bellas músicas que conocía fueran mías, pese a que no fuera posible.

Después de leer las notas que han escrito los alumnos que estrenarán en el marco del XVIII Festival de Música Contemporánea de Córdoba, me he quedado preocupado porque, aunque están escritas en castellano, no he entendido casi nada. ¿Tengo un problema doctor?

Es un problema común a toda la sociedad española y un problema histórico no resuelto. Se debe a que, en general, no existe una mínima formación musical. Nuestro sistema educativo no tiene espacio para la música, y el poco que había se lo han cargado con la última reforma. Como conclusión: no sabemos hablar de música ni entendemos cuando nos hablan acerca de ella, y solo llegamos a comprender ciertas aproximaciones poéticas o sociológicas.

Yo he leído los textos a los que te refieres y están escritos con una altísima precaución para que no resulten ni técnicos ni elitistas. Pero claro, cuando hablamos de que la música es una estructura, hay quien queda perplejo porque ni se imaginaba que un fragmento musical pudiera tener una estructura; Y cuando mencionamos «arquitectura sonora hecha de motivos» o de «ideas rítmicas recurrentes» andan completamente perdidos; porque cuando apuntamos hacia el «contraste armónico» o hacia el «color tímbrico» no nos entienden. Pero a las cosas hay que llamarlas por su nombre y hay cuestiones que no se pueden explicar de otra manera. Y yo me pregunto, si todas o algunas de estas cosas pasan desapercibidas para el oyente, entonces ¿qué escucha? ¿Escucha a bulto y ya está?

Intentamos inculcar a nuestros alumnos la idea de que cuando hablen sobre música se expresen en términos musicales, porque solo en estos términos se puede explicar una composición sinfónica. Lo demás puede ser poesía, retórica o sentimiento, que ayuda pero no aclara nada.

¿Obligan a sus alumnos a componer o es algo opcional para ellos? Componer una obra sinfónica ajustada a la plantilla de la Orquesta de Córdoba forma parte del programa de estudios para el último curso de composición, independientemente de que el resultado se lleve finalmente al ensayo o quede como un ejercicio de clase.

Desde que surgió este proyecto de colaboración, hace ahora tres años, el alumnado está muy motivado con el ejercicio, que viene a ser el más importante de su carrera, y se impone un nivel de autoexigencia muy alto. Todas las obras son entregadas finalmente a una comisión de profesores del departamento que selecciona las mejores, las que finalmente se interpretan en el concierto.

¿Con todas esas asignaturas qué pretenden enseñarles? A componer y a intentar hacerlo con un lenguaje propio. No es poco.

De los que empiezan, ¿cuántos acaban la carrera? Aproximadamente un noventa por ciento.

¿Si sus alumnos van a los conciertos les sube la nota? No. Pero quiero explicarlo: Por un lado, me gusta educar en la independencia, la responsabilidad y la autogestión, que me parece más propio de estos tiempos, y no dirigir el comportamiento del alumnado en asuntos que pertenecen a la esfera privada. Asistir a un concierto, en este sentido, debería ser una opción personal. Por otro lado, sería posible convertir la asistencia a conciertos y a otros actos culturales en una actividad evaluable, ya que nuestro sistema educativo lo permite, siempre que facilitemos el acceso gratuito a estos actos y se respeten garantías y normas. Pero el Conservatorio, por razones evidentes, no puede pagarles la entrada para que acudan, por ejemplo, a los conciertos de la Orquesta de Córdoba. Y tampoco parece que la Orquesta de Córdoba esté dispuesta a dejarles entrar gratis.

¿La mayoría de los que aprueban son minoría? Bueno, aprueban muchos y con buenos resultados. Creo que el alumnado de enseñanzas artísticas superiores es vocacional y presenta altas capacidades.

Componer para sí, para la mayoría de los mortales, para la historia futura, para los críticos, porque sí… Uno compone para darse a conocer pero no puede renunciar a lo que es. Es imperdonable rebajarse simplemente para llegar a más gente. Además, creo que está claro que nosotros no hacemos música para darnos baños de multitudes ¿no? Creo que lo mismo podría responderle a usted un filósofo, un matemático, o un poeta místico. Piense que no nos dedicamos ni al mundo del espectáculo ni al del ocio, sino al de la cultura, aunque a veces ambos mundos puedan encontrarse.

¿Los alumnos pueden componer lo que está roto? Crean cosas que no existen.

¿Se puede considerar a Roque Baños, Peter Gabriel, o Alejandro Sanz, por ejemplo, como grandes compositores contemporáneos? Roque Baños es un magnífico compositor de cine, para mí de los mejores. Peter Gabriel es un conocido cantante de rock que ha sabido aprovecharse de los clichés de la música clásico-romántica añadiéndoles bajo, batería y teclados. Alejandro Sanz es un innovador dentro de la música pop, y en ese sentido es un gran compositor. Pero todas estas músicas, que respeto profundamente, pertenecen al ámbito del consumo y se gestionan como una industria. Como género, la música contemporánea es otra cosa.

Puede que, a la hora de componer, ¿alguien crea estar inventado la tortilla de patatas o descubriendo el Mediterráneo? (es decir, algo que ya existe pero que no conoce). Perfectamente. Ocurre con demasiada frecuencia. Son los denominados «lugares comunes». Recuerdo haber leído que Juan Ramón Jiménez, que con frecuencia recibía un gran número de manuscritos de jóvenes escritores que requerían su consejo, dejaba automáticamente de leer cuando detectaba la presencia de estos «lugares comunes».

Es algo que se puede comprender en un joven que se está formando, pero que resulta imperdonable en un profesional.

¿Qué papel tiene el silencio? El silencio es la mitad de la música.

Con tanto ruido como hay, ¿no tendríamos que callarnos más? Estoy de acuerdo.


De Juan de Dios García Aguilera, la Orquesta de Córdoba ha grabado las siguientes obras:

«La mirada virgen», (2005) y «Retrato de poeta», (1998).

Y ha estrenado con carácter absoluto:

«Retrato de poeta», (1998); «Páramos del Infierno de El Bosco» – Concierto para guitarra y orquesta (2010); el Concierto N.º 2  para  guitarra  y orquesta «Rosa del Alcázar» (2014). El día 3 de abril 2015, estrenó su Sinfonía N.º 1, «La otra orilla»

Más información ven su sitio web

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