Ona Cardona
Estuvo invitada por la Orquesta de Córdoba en mayo para interpretar el Concierto para clarinete N.º 1 de Carl Maria von Weber y, como en uno de esos entrañables «cuadernos de visitas» que hay en algunos ilustres lugares, le dejamos caer una batería de cuestiones por si quería participar en este Blog. Ahora, después de que el trabajo la haya tenido ocupada viajando, ensayando, estudiando y tocando, nos devuelve sus impresiones.
–Conocía el cartel que hizo Mariscal de Bar-Cel-Ona (Bar-Cielo-Ola), pero no sabía de nadie que se llamara como ella. Un nombre que, según he leído por ahí, es una abreviación de Mariona, variante a su vez de María en catalán. Por lo visto, quienes se llaman Ona son personas constantes y organizadas a las que atrae el pasado, la historia y las antigüedades… ¿Sí?
Mi nombre no es una abreviación de Mariona, aunque pueda serlo en otros casos. En catalán, una «ona» es una ola.
–Aclarado. ¿En qué idioma piensa?
Normalmente en catalán con acento menorquín. Si hablo en otra lengua pienso en ese idioma, pero aún así, a veces se me cuela algún término intraducible porque hay palabras que tienen un carácter único.
–«Contar historias sin palabras, imaginando sonidos imposibles» (frase que aparece en su sitio web), ¿es suya?
Sí, la frase es mía y sintetiza cómo entiendo mi profesión. Para mí, interpretar la música va más allá de convertirme en actriz. A través del clarinete, tengo la ventaja de poder convertirme en el paisaje, en varios personajes a la vez, en una voz en off, etc. Detrás de todo sonido hay una voluntad de comunicación, de transmisión de una historia, y el hecho de no tener un texto lingüístico amplía infinitamente las posibilidades de lo que se quiere contar.
–¿Qué tiene más, de isleña o de peninsular?
El mar hace que me sienta en casa. De mi isla me atraen la calma y la calidad de vida, pero la península me facilita viajar por tierra y actualmente me siento más cómoda con todas las posibilidades que me ofrece una gran ciudad.
–¿Por qué el clarinete?
Cuentan mis padres que después de un tiempo cantando en una coral infantil quería tocar un instrumento de viento. Aunque no hay más músicos en mi familia, en casa había un clarinete y la decisión fue muy práctica…
–¿Cuántas ‘teclas’ ha de tocar para que suene?
Sin tocar ninguna llave ya suena un «sol», y si juegas con el aire y la embocadura puedes sacar varios armónicos como si se tratara de una trompeta… Lo más importante para que suene, como con cualquier instrumento, es tener en mente el sonido que se quiere producir: sin imaginación no hay sonido.
–¿Cuáles son sus mayores influencias?
Me inspiran los artistas que ponen toda su pasión en lo que hacen, tocando cualquier instrumento o bailando, pintando… Para mí hay algo mucho más profundo que el virtuosismo, y eso es la capacidad de emocionar. A veces lo consigue un músico y otras un paisaje…
–Benny Goodman era un buen hombre ¿no?
No sé, no tuve el placer de conocerlo… Pero supongo que sí, si Copland le dedicó un concierto tan estupendo!
–¿Es este de la clásica un mundo de hombres?
Desgraciadamente, todavía no se ve representada la proporción de la población en esta profesión, aunque haya más mujeres que hombres que estudian música. Poco a poco, las cosas van cambiando: yo no había tenido nunca una profesora hasta que me fui a Londres y conocí a Thea King, y ahora yo trabajo en un Conservatorio Superior.
–¿Qué música escucha en casa, en el coche, en los cascos…?
En general, disfruto mucho del silencio ya que en siempre estoy rodeada de sonidos. Para desconectar de la música en la que estoy trabajando, normalmente escucho la radio o me pongo jazz, música vocal africana, flamenco…
– ¿Dónde se encuentra mejor, dando clases o tocando?
La verdad es que disfruto muchísimo de las dos actividades. Cada una me aporta algo diferente y se retroalimentan. No concibo dar clases sin estar en el escenario, y lo que aprendo con mis alumnos me ayuda a interpretar de un modo más auténtico.
– ¿Por qué dedica una pestaña en su sitio web al «Trager»?
El «Método Trager» es algo fundamental en mi vida. Fue un gran descubrimiento que me permitió conectar de un modo muy fácil conmigo misma, mi instrumento y el público. Es un trabajo que me ha aportado valiosas herramientas para encontrar un mayor bienestar y efectividad en todo lo que hago. Después de formarme, ahora tengo la suerte de poder compartirlo a nivel profesional.
–Fumar y soplar no es compatible, ¿verdad?
Nunca he fumado, así que no puedo hablar desde mi experiencia personal. Conozco a grandes músicos de viento que fuman y otros que no… Pero es algo que no me interesa por su efecto nocivo para la salud.
–¿Su obra preferida en el repertorio de clarinete?
¡No puedo elegir solo una! La primera que viene a mi mente es el Quinteto de Brahms, y luego el Cuarteto para el Fin de los Tiempos de Messiaen, la Gran Partita de Mozart…
–¿Qué destacaría de todo su currículum profesional?
Detrás de un currículum están las experiencias vividas, y me quedo con eso. He aprendido de cada una de ellas, y en conjunto me han conducido hasta aquí, en cierto modo me han configurado como soy ahora.
–¿A dónde le gustaría llegar?
No me planteo un objetivo a largo plazo. Voy haciendo mi camino siempre movida por la motivación de mis proyectos. Intento estar en el momento presente sin perder de vista la ilusión de nuevos retos. Si llegara el día que no disfrute con esto, ya dedicaré mi energía a otra cosa.
Más información en su sitio web.
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