con münchner puzzletheater


FRANCIS POULENC (1899-1963) La historia de Babar el elefantito (1940)


Monika Eibl, Rainer Hipp, titiriteros


Carlos Domínguez-Nieto, presentador y director


 




La Historia de Babar, el pequeño elefante, de Francis Poulenc


Obra de Música Clásica escrita para niños


La historia de Babar, el pequeño elefante es un cuento musical en toda regla y con ello queremos decir que al igual que un álbum ilustrado se sirve de la interacción texto-imagen para contarnos la historia, un cuento musical nos narra los acontecimientos a través de la palabra y de la música, siendo la primera quien nos cuenta la acción y dejando a la música como encargada de crear la atmósfera, de crear el clima necesario para que nuestra imaginación recree toda la escena, además de servir de apoyo a la acción describiendo, pintando musicalmente o evocando lo que allí sucede.


Estamos en el verano de 1940 y Francis Poulenc (1899-1963) -compositor francés miembro del Grupo de los seis y consumado pianista que no tiene hijos pero que disfruta mucho de la compañía de los niños- pasa sus vacaciones en Brive-la-Gaillarde. Allí todas las tardes interpreta para sus parientes música al piano y entre ese público improvisado se encuentra la pequeña Sophie, a la que la música atonal de su tío le parece rara, fea y sin mucho interés. Una tarde cansada de escuchar siempre lo mismo, decide colocar sobre el soporte de partituras del piano de Poulenc, el libro que está leyendo en ese momento y Poulenc solícito y encantado decide ponerle música.


El resultado no sólo sorprendió a Sophie sino que le gusto tanto que en unos días Poulenc tocaba esta música para los hijos de sus primos e incluso para dos de sus amigos.


¿Qué libro estaría leyendo Sophie en ese momento? Pues el libro de moda, el éxito editorial del momento, no solamente en Francia sino, incluso, en Los Estados Unidos. Sophie leía La historia de Babar de Jean Brunhoff. Una historia cuyo argumento había nacido de una manera casual pues era el cuento que todas las noches Cécile, la mujer de Brunhoff contaba a sus hijos.


Tras el verano Poulenc volvió a sus obligaciones y parece que se olvidó de Babar. Aunque sólo por una temporada, pues cinco años después volvería a él para revisar la partitura y convertirla en la obra para narrador y piano que hoy conocemos y a partir de la cual, en 1962, el compositor Jean Francaix realizará una versión orquestal, a petición del propio Poulenc.


La historia de Babar comienza cuando este es muy pequeño y vive feliz en la selva junto a su mamá y el resto de los animales. Un día un cazador mata a su madre y él huye despavorido a la gran ciudad donde inicia una nueva vida. Al principio la adaptación es muy complicada. En la ciudad todo es extraño pero gracias a la ayuda de una anciana que lo adopta conseguirá adaptarse. La vieja dama le criará como si de un hijo se tratase: le comprará ropa, le enseñará a hablar, a vestirse, a caminar, le contratará un tutor… En definitiva lo educará. Y será precisamente esta educación la que convierta a Babar, cuando regrese a la selva, en la mejor opción para convertirse en el rey de todos los elefantes y casarse con su prima Celeste.


Poulenc va a poner música a cada una de las escenas que el narrador nos va ir contando. Una música que en ocasiones refuerza lo que acontece en la acción, un buen ejemplo de ello es el principio de la obra en donde una música lenta y balanceante nos hace imaginar como la madre de Babar acuna a su hijo con la trompa; una música que evoca y nos traslada a otros momentos de la acción, así volveremos a escuchar esta misma nana cuando Babar estando en la ciudad llora añorando a su mamá, o al final de la partitura en el último número, cuando después de la fiesta que se ha dado en su honor para celebrar su boda y coronación como rey, contempla a solas con Celeste la noche estrellada.


Una música que en momentos va en total concordancia con el texto pintando musicalmente lo que el narrador nos cuenta, así escucharemos las manadas de elefantes en las notas graves del piano, a las aves en las notas agudas en staccato, a la bruma de la selva pintada a partir del uso prolongado del pedal sostenido que desdibuja la sonoridad de la escena e incluso momentos tan \”singulares\” como la clase de gimnasia de Babar o su paseo en coche en el que Poulenc nos hace escuchar hasta la bocina.




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